sábado, 6 de enero de 2007

La Revelación Contemporánea y la Homosexualidad

“Grandes y maravillosas son las obras del Señor y los misterios de su reino que él nos enseñó, los cuales sobrepujan a toda comprensión en gloria, en poder y en dominio, los cuales nos mandó no escribir mientras estábamos aún en el Espíritu, y no es lícito que el hombre los declare; ni tampoco es el hombre capaz de darlos a conocer, porque sólo se ven y se comprenden por el poder del Santo Espíritu que Dios confiere a los que lo aman y se purifican ante él; a quienes concede este privilegio de ver y conocer por sí mismos.”
(Doctrina y Convenios 76:114-117.).


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BRUS LEGUÁS CONTRERAS
QUILPUÉ, ABRIL DE 2003.


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DEDICADO A UN MEJOR ENTENDIMIENTO DE LA NATURALEZA HUMANA Y DE LA ESPIRITUALIDAD DE QUE CADA CUAL ES CAPAZ EN LA VIDA.

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En una entrevista televisada con Charles Kuralt (CBS, febrero de 1987), Dallin Oaks reiteró la supuesta "trillada verdad" según la cual los profetas, a través de las edades, repetidamente han condenado la homosexualidad. Con todo el respeto debido a un apóstol moderno, eso es simplemente falso. Los profetas, incluidos los de la antigua América, han sido prácticamente unánimes en evitar el asunto. Sólo recientemente, durante el último cuarto de siglo, los apóstoles y los profetas han hecho declaraciones explícitas condenando la homosexualidad propiamente dicha. Ninguna de esas declaraciones ha sido jamás anunciada como una revelación definitiva y directa. Ningún profeta ha dicho o publicado nunca una revelación original sobre el fenómeno de la orientación homosexual. Algunos han preparado declaraciones de política oficial de la Iglesia y/o argumentos en contra de la homosexualidad basados en (1) la interpretación tradicional de versículos bíblicos, (2) apelaciones a teorías de psicología (a pesar de ser teorías obsoletas), y (3) la opinión convencional de la cultura occidental.
Una vez más, debe afirmarse que cuando un profeta o apóstol del Señor asegura haber recibido una revelación directa a través del poder del Espíritu Santo, su autoridad en la cuestión es absoluta. Lo sorprendente es que ningún profeta hasta el presente ha basado su oposición a la homosexualidad en una revelación directa, sino más bien en revelaciones que él supone que otros han recibido.

Las actitudes de los profetas

Puesto que ningún profeta moderno ha invocado la autoridad final de la revelación personal en este asunto, no puede hacerse ninguna declaración de infalibilidad profética. ¿Son los profetas siempre proféticos en su entendimiento y opiniones? José Smith explicó: “ [...] Un profeta solamente [es] profeta cuando está actuando como tal.” (Enseñanzas del Profeta José Smith, selecciones de sus sermones y escritos, compiladas, escogidas y arregladas por José Fielding Smith, Historiador de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, tomadas de la Historia Documental de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, así como de obras escritas o publicadas en los días del ministerio del profeta José Smith, traducida al español bajo la dirección del Comité Misionero de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días por Eduardo Balderas, publicación de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, Salt Lake City, Utah, EE. UU., 1975, página 341). No es de sorprenderse que, sin contar con una revelación moderna que les proporcione guía en el tema, los apóstoles y profetas de hoy hayan seguido el modelo homofóbico adoptado por la mayoría de las denominaciones judeo-cristianas. De hecho, antes del surgimiento del activismo gay en la década de 1960, habría sido extraordinario (y aun peligroso) que alguna iglesia no siguiera tal modelo.

Supongamos que José Smith, por ejemplo, hubiera publicado una revelación afirmando la aprobación celestial de la homosexualidad. Sus efectos habrían sido explosivos al grado de perjudicar la Restauración antes que empezara debido a la oposición de sus opositores y enemigos religiosos. En todo caso, José Smith no fue homofóbico, en absoluto.

En un funeral realizado en 1843 en Nauvoo, Illinois, José Smith consoló a un doliente de Lorenzo G. Barnes, que había muerto mientras servía una misión en la Gran Bretaña. El Profeta notó que un “amigo íntimo” del hermano Barnes estaba presente en la congregación ese día (Joseph Smith Was Not Homophobic [José Smith no fue Homofóbico], Antonio A. Feliz revista Affinity, Septiembre de 1987, página 3). Con el fin de enseñar un principio en particular de la resurrección, la cita indica que José declaró lo siguiente:
“ [...] para llegar a entenderlo: es como el caso de dos amigos íntimos, que se acostaran en la misma cama, estrechados el uno en los brazos del otro mientras hablan de su amor, y se despertaran juntos de mañana. Podrían retomar inmediatamente su conversación de amor aun mientras se levantan del lecho; pero si ellos estuvieran solos, y en recámaras separadas, no podrían estar listos para saludarse el uno al otro como si hubieran estado juntos [...]” (Diario de Wilford Woodruff, anotación del 16 de Abril de 1843, según la cita de Joseph Smith Was Not Homophobic [José Smith no fue Homofóbico], Antonio A. Feliz revista Affinity, Septiembre de 1987, página 3; el énfasis y la puntuación son mías).

El Diario de José Smith guardado por Willard Richards contiene una versión similar, aunque más breve, de la misma declaración. Y lo mismo dice la Historia Documental de la Iglesia (Enseñanzas del Profeta José Smith, selecciones de sus sermones y escritos, compiladas, escogidas y arregladas por José Fielding Smith, Historiador de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, edición de 1975, páginas 357-360.). Es cierto que no se necesita inferir nada erótico de estos comentarios, pero incluso el lector más escéptico se queda sorprendido cuando descubre la naturalidad con la que el relato de Woodruff se refiere a la intimidad entre personas del mismo sexo. Y tampoco se pueden desechar las connotaciones de la cita arguyendo que son prueba de la ingenuidad del siglo XIX. La homosexualidad existía entonces como ahora. No olvidemos que la prensa del estado de Illinois estaba publicando en esos días acusaciones de fornicación, adulterio y sodomía contra los mormones. (Joseph Smith Was Not Homophobic [José Smith no fue Homofóbico], Antonio A. Feliz revista Affinity, Septiembre de 1987, página 5.). El Profeta no pudo haber estado ajeno a tales rumores. Y si la “sodomía” es el pecado nefando de que se habla, entonces resulta absolutamente inexplicable que no haya hecho una enérgica declaración sobre ese tema, como lo hizo con tantos otros temas.



De hecho, incluso en la formal y revisada historia documental de la Iglesia, se han registrado palabras que deberían hacernos meditar a todos. Hablando acerca de la resurrección, con motivo de la muerte de Lorenzo G. Barnes, que ya se ha mencionado, se dice, en parte: “Cuán placentero es que los amigos reposen juntos, y unidos en los vínculos del amor, descansen y despierten en compañía el uno del otro y reanuden su conversación.” (Enseñanzas del Profeta José Smith, selecciones de sus sermones y escritos, compiladas, escogidas y arregladas por José Fielding Smith, Historiador de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, edición de 1975, página 359.).

“¡Hosanna, hosanna, hosanna al Dios Omnipotente!, porque aun ahora empiezan a alumbrarnos los rayos de luz. No puedo hallar palabras para expresarme. No soy instruido, pero tengo tan buenos sentimientos como cualquier otro hombre.

“¡Oh, si pudiese hablar como un arcángel para expresar una vez mis sentimientos a mis amigos! Pero no espero lograrlo en esta vida. Cuando otros se regocijan, yo me regocijo; cuando lloran, también lloro.

“A Marcelo Bates le dirijo una palabra de consuelo. Usted pronto gozará de la asociación de su compañero en un mundo de gloria, así como los amigos del hermano Barnes y todos los miembros de la Iglesia que están de luto.” (Enseñanzas del Profeta José Smith, selecciones de sus sermones y escritos, compiladas, escogidas y arregladas por José Fielding Smith, Historiador de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, tomadas de la Historia Documental de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, edición de 1975, página 360.).

Si las anteriores palabras no se están refiriendo a una relación muy especial, que no es de parentesco, puesto que sus apellidos son diferentes, ni de amistad, puesto que a los amigos se les nombra a continuación, ni una mera relación de hermanos en la fe, ya que a todos los miembros de la Iglesia se les nombra al final, ¿de qué tipo de relación está hablando entonces el Profeta? ¿Por qué dirige José Smith una palabra de consuelo a Marcelo Bates, y a nadie más? ¿Es su deudo? ¿Por qué podría ser su deudo? ¿Por qué no nombra a parientes y amigos por nombre? ¿Porqué dice el Profeta que no puede hallar las palabras para expresarse en esta ocasión, pero sí dice que tiene tan buenos sentimientos como cualquier otro hombre? Y es significativo también el que diga que “aun ahora empiezan a alumbrarnos los rayos de luz”

Y, nótese que le dice a Marcelo Bates, a quien sindica como deudo de Lorenzo G. Barnes: “Usted pronto gozará de la asociación de su compañero en un mundo de gloria.” Y no dejan de sorprender las otras palabras del Profeta: “Cuando otros se regocijan, yo me regocijo; cuando lloran, también lloro.” ¿Se regocijaba él en el regocijo de Lorenzo G. Barnes y de Marcelo Bates, y lloraba también junto a Marcelo Bates su pérdida?

José Smith es único entre los profetas de la Iglesia Restaurada debido a su capacidad de recibir inspiración y visiones. Muy pocos han visto al Padre y al Hijo. Difícilmente uno podría mantener una perspectiva convencional de las cosas después de una experiencia semejante. Ocasionalmente José expresó que estaba insatisfecho de no poder compartir todo su conocimiento con la Iglesia, debido a la falta de preparación de los miembros. Ciertamente él sabía más de lo que le estaba permitido decir. Al fin del relato de su incomparable visión de los grados de gloria, José Smith alude a las “grandes y maravillosas [obras]” y los “misterios del reino” que no le era lícito declarar, pero que pueden ser conocidos por aquellos que tienen el Espíritu Santo (Doctrina y Convenios 76:113-117). Yo creo que el Profeta logró un entendimiento secreto en cuanto al fenómeno de la homosexualidad. Por eso es que mostró una prudencia en cuanto al tema que sus sucesores no supieron emular.

En 1969 se publicó el libro El Milagro del Perdón, escrito por el apóstol Spencer W. Kimball. En él se incluyó un capítulo especial sobre la homosexualidad en el que se repudia el “proceso de liberalización” que la comunidad gay había emprendido en la sociedad estadounidense (ese mismo año, los disturbios de Stonewall en Nueva York habían enfocado la atención nacional en el movimiento de liberación gay). El apóstol mismo admite que el tema le incomoda, y que lo discute porque siente la necesidad de trazar una línea clara de batalla entre la permisividad del mundo y las altas normas de la Iglesia.

Spencer W. Kimball, quien fuera Presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, y sostenido como Profeta, Vidente y Revelador, dedicó, pues, convencido de la batalla que había de dar en la defensa de los valores tradicionales de la Iglesia, según él los entendía, extensos párrafos de su principal obra al tema de la homosexualidad. Entre otras cosas, expresó: “De los efectos sociales adversos de la homosexualidad, ninguno es de mayor trascendencia que el efecto que surte en el matrimonio y en el hogar. [...] ¿Qué posición ocupa en este contexto, la perversión de la homosexualidad? Claramente se opone al propósito de Dios, ya que deroga su primer gran mandamiento de "multiplicarse y llenar la tierra". [...] Por motivo de su gravedad, este pecado impone un fuerte castigo sobre el que no se arrepiente. El ofensor podrá comprender que la suspensión de derechos o la excomunión es el castigo prescrito para las caricias impúdicas, el adulterio, la fornicación y pecados comparables, si no hay un arrepentimiento adecuado; sin embargo, con frecuencia supone que en vista de que sus actos no se han cometido con una persona del sexo opuesto, él no está en pecado. Por consiguiente, hágase saber con toda claridad que la gravedad del pecado de homosexualidad es igual o mayor que el de fornicación o adulterio, y que la Iglesia del Señor con igual presteza procederá a suspender o excomulgar al homosexual impenitente, como lo hará con el fornicador o adúltero que no se arrepiente. [...].” (El Milagro del Perdón, Spencer W. Kimball, 1969, páginas 78-84.).

Las Escrituras que el apóstol Kimball usa en su condena de la homosexualidad son enteramente convencionales, incluso en la réplica de viejos errores, tales como la conexión con Sodoma, etc. El Hermano Kimball condena la homosexualidad con acusaciones que incluso en esa época ya se consideraban infundadas y obsoletas. Afirma que la masturbación frecuentemente “evoluciona [progresivamente] en la homosexualidad total”, y sugiere que “a través de las edades, quizás como una extensión de prácticas homosexuales, hombres y mujeres se han degradado al punto de buscar satisfacción sexual con animales”. El apóstol Kimball considera que las prácticas homosexuales, al menos en teoría, amenazan con despoblar la tierra (El Milagro del Perdón, Spencer W. Kimball, 1969, páginas 78-81).

Veinte años antes, Alfred Kinsey habían publicado su ahora famosa investigación sobre la sexualidad humana. Incluso si uno descree los números y porcentajes ofrecidos por Kinsey, es bien sabido que la masturbación lleva más frecuentemente a una completa heterosexualidad que a cualquier otra cosa. Hoy sabemos que la masturbación no tiene efectos sobre la orientación cerebral hacia lo masculino o lo femenino. La orientación está psíquicamente programada en los individuos mucho antes que empiecen el proceso del autodescubrimiento sexual. El lector reflexivo del capítulo de Kimball se preguntará qué es lo que la bestialidad tenga en común con la homosexualidad que no tiene con la heterosexualidad. Finalmente, ¿sería razonable para alguien (incluido el autor), creer que se podría persuadir a los heterosexuales de este planeta a suspender la actividad reproductora por un solo día, ni qué decir una generación entera?

El apóstol Kimball no alegó recibir una revelación especial en cuanto al tema. No obstante lo que sus experiencias posteriores como Profeta le enseñarían, en este punto de su carrera no creyó necesitar inspiración adicional para efectuar una declaración sobre este tema. Sentía que la palabra del Señor era suficientemente clara, y por lo tanto no le interesaba mantener una mente abierta sobre la cuestión. Desde el párrafo inicial muestra su falta de objetividad:

“La homosexualidad es un pecado repulsivo y repugnante para aquellos que no hallan tentación en ella, así como para muchos pecadores que están intentando librarse de sus garras. Es un tema embarazoso y desagradable [...]” (El Milagro del Perdón, Spencer W. Kimball, 1969, página 78.).

Puesto que él lo consideraba un tema resuelto por las revelaciones previas, se sintió seguro en dar rienda suelta a su heterosexismo; tan seguro, de hecho, que confiesa que el tema lo incomoda. Aunque el propósito del capítulo que comento aquí es asegurar al lector que es posible abandonar la homosexualidad, Kimball realmente socava la autoridad de su posición. Uno podría esperar que un médico capaz de curar una enfermedad sería capaz de enfrentarla con aplomo. Pero la vergüenza que el tema le produce es prueba de que sus emociones lo hacen vacilar y que no está preparado para enfrentar el tema.

En desventaja emocional y práctica con el asunto, el apóstol trata la homosexualidad en teoría. Aunque ciertamente cree que sus puntos de vista son justos, no alega infalibilidad profética. Pero siendo que no son revelaciones canonizadas, es justo que las evaluemos con un ojo crítico. Uno no puede criticar la sinceridad de sus convicciones, ni tiene derecho a dudar de la caridad de este hombre, famoso por su compasión y filantropía. Pero uno sí puede decir que en esa etapa de su desarrollo teológico, el hermano Kimball, como muchas Autoridades Generales de este siglo, no estaba preparado para atribuirle a los homosexuales una mayor porción de la gracia de Dios.

Uno también puede, legítimamente, cuestionar el progreso a largo plazo de los gays y las lesbianas “reformados” que Kimball cita en su libro, y cuyos testimonios abarrotan los archivos de la Iglesia. Sería interesante ver qué les ha ocurrido en los últimos diez o veinte años. Lamentablemente, no se ha echo ningún seguimiento a largo plazo. Por lo tanto, nadie puede decir exactamente qué pasó con ellos.

Spencer W. Kimball, así como muchas de las declaraciones oficiales de política de la Iglesia, suponen que la homosexualidad es una condición temporal impuesta por el pecado sobre los instintos básicamente heterosexuales del espíritu. Consecuentemente, los homosexuales pueden llegar a ser enteramente heterosexuales si reciben la motivación apropiada. Pero las lesbianas y los gays han estado afirmando lo contrario por miles de años. La experiencia clínica ha establecido que la orientación síquica es fija e independiente de la conducta aprendida. La verdad es que ahora aun sicólogos mormones prestigiosos, tales como Jan Stout y Carlfred Broderick, de buena gana admiten que la dirección básica de la orientación sexual es una característica permanente de la siquis, y que las personas son, en su mayoría, incapaces de desplazarse más que una corta distancia desde su posición “asignada” en la Escala de Kinsey. Como bien se sabe, la Escala de Kinsey divide la atracción sexual en siete puntos que oscilan entre lo puramente heterosexual (0) y lo puramente homosexual (6), y estos puntos intermedios incluyen la bisexualidad (3).

A medida que la ciencia reivindica la homosexualidad, la Iglesia enfrenta un creciente problema de falta de credibilidad. Para salvar su reputación, será necesario que revise sus políticas anti-homosexuales con una actitud crítica, pero no crítica por que sí, sino escuchando la voz del Espíritu Santo, ese suave susurro que muchas veces demasiados de los humanos nos negamos a escuchar porque pretendemos que nuestros prejuicios y nuestros preconceptos son más valederos que esa voz suave que para algunos es fácil desechar. La Iglesia debe determinar cuánto es revelación y cuánto es suposición.
Históricamente, esto es lo que siempre hemos hecho. En una ocasión, José Fielding Smith dijo que el hombre jamás llegaría a la Luna. En retrospectiva, es fácil ver que no estaba actuando como profeta cuando se formó su opinión. Aún así, en muchos otros temas él sí expresó el pensamiento y la voluntad de Dios. No dudamos que fue un verdadero profeta. Spencer W. Kimball también fue un verdadero profeta, aunque estaba equivocado en su opinión sobre el amor homosexual. Sean cuales fueren sus propias flaquezas, los profetas y apóstoles de los últimos días han sido hombres íntegros. Nunca, o rara vez, han abusado de sus dones proféticos para alegar inspiraciones que no han tenido. A la luz del progreso que estamos experimentando en el estudio de la homosexualidad en las ciencias y las Escrituras, ¿no es ya el tiempo de que nuestros líderes usen sus dones sagrados para aumentar el entendimiento de dicho tema?

Los ajustes de la Ley

Algunos tal vez digan que la Iglesia no puede acomodar las leyes de Dios para agradar a las personas. Suponiendo que el lector no haya sido persuadido por ninguno de mis argumentos, tal vez le interese saber que en realidad la Iglesia ya ha enmendado algunas de sus enseñanzas morales para la conveniencia de algunos. Cristo enseñó que cualquiera que se divorcia de su esposa por cualquier motivo que no sea el adulterio, y se casa de nuevo, se hace culpable de adulterio.

Sin embargo, esta enseñanza de Jesús era necesaria en el antiguo contexto judío. Puesto que normalmente la mujer no podía heredar la propiedad de sus padres, dependía económicamente de su marido. Claramente, había gran potencial de abusar de las mujeres en un sistema semejante. La doctrina de Jesús sobre el divorcio era un esfuerzo oportuno para moderar con justicia el privilegio patriarcal. Invocando autoridad divina, Pablo prohibió enteramente el divorcio en 1 Corintios 7:10-39, si bien hay un claro contexto histórico que debe tenerse en cuenta antes de considerar que este texto es absoluto. Hoy en día, la Iglesia sabiamente escogió no agregar la excomunión a la carga de problemas que enfrenta una familia al borde de la ruptura. Sin embargo, al no condenar el divorcio, la Iglesia está ignorando un mandamiento pronunciado por el Señor Jesucristo.

En algunos países de Sudamérica donde la iglesia desarrolla extensas actividades misionales, el divorcio legal no existe[1], debido a la influencia de la Iglesia Católica sobre las leyes nacionales. De hecho, los líderes católicos prohíben el divorcio y el volver a casarse, y se basan en la interpretación que ellos hacen de las escrituras del Nuevo Testamento. Existe un costoso procedimiento de “anulación” accesible para los adinerados, pero esta opción está fuera del alcance económico de la mayoría de los grupos a los que la Iglesia mormona está intentando convertir. Cuando las parejas pobres tienen problemas irreconciliables en sus matrimonios, simplemente se separan. Estas separaciones a menudo involucran mujeres que han sido maltratadas y que tienen hijos. Debido a que las necesidades económicas y sociales son mejor satisfechas en una familia establecida, los individuos se reagrupan y entran en un arreglo de matrimonio “de hecho”, es decir, cohabitan como marido y mujer sin estar casados. Es lo que se suele llamar “convivencia”. Estos fenómenos son comunes en Chile, donde la Iglesia católica mantiene todavía una férrea dominación sobre la clase política que puede legislar al respecto. Sin embargo, como se ha dicho, existe el arreglo de las “nulidades”, miles de las cuales se hacen año a año. El procedimiento es sencillo, necesita de un abogado, dinero y por supuesto la participación siempre adusta de un juez que sabiendo exactamente de lo que se trata, participa con su “juicio justo” para dar el fallo de nulidad. Y todos, desde el juez hasta el actuario y el que participa como testigo, están cometiendo el más craso de los perjurios. Todo ello con la sanción legal. Y todos son considerados personas respetables. Un ejemplo más de la corrupción que desde siempre caracteriza al Poder Judicial, a la Iglesia y a los participantes. Por supuesto que quien no tiene el dinero no puede acceder a esta forma de “divorcio a la chilena”.

Alan D. Lach, autor de La Homosexualidad y las Escrituras Desde una Perspectiva Santo de los Últimos Días, quien fuera misionero en Chile, dice, en su obra: “Cuando hice mi misión en Chile a fines de la década de 1970, llegué a apreciar las dimensiones humanas de esta situación. Me di cuenta de que, al aceptar estas uniones, la Iglesia Mormona había dado un paso valiente y compasivo. La Iglesia aceptaba a estas parejas con la condición de que se consideren bajo la misma obligación mutua que si estuvieran legalmente casados. Tales parejas estaban entonces totalmente capacitadas para bautizarse y aún sellarse como familias en el Templo.” (La Homosexualidad y las Escrituras Desde una Perspectiva Santo de los Últimos Días, Alan D. Lach, edición electrónica.).

Las autoridades generales podrían haber estipulado que estas parejas se refrenaran de mantener relaciones sexuales mientras permanecieran técnicamente casadas a otra persona. Pero decidieron no exigirlo, presumiblemente porque sienten que sería pedir demasiado. Es otro ejemplo de cómo la Iglesia mormona hizo una excepción a las leyes contra el divorcio y el adulterio, leyes que en las Escrituras son mucho más claras y explícitas que las que se dice que condenan la homosexualidad.

"Nuestro Padre Celestial es más liberal en sus conceptos y más extenso en sus misericordias y bendiciones de lo que estamos dispuestos a creer o recibir; y es, al mismo tiempo, más terrible hacia los obradores de iniquidad, más violento en la ejecución de sus castigos y más listo para discernir todo camino falso, de lo que suponemos que es [...] Él dice: 'Pedid y recibiréis, buscad y hallaréis; mas si tomáis lo que no es vuestro o lo que no os he dado, seréis recompensados de acuerdo a vuestros hechos; pero ninguna cosa buena negaré a los que anduvieren en rectitud delante de mí, [e] hicieren mi voluntad en todas las cosas [...]'. " (Enseñanzas del Profeta José Smith: Selecciones de sus sermones y escritos. Escogidas y arregladas por José Fielding Smith. Publicado en Salt Lake City por La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, 1954, páginas 313-314.).

La Iglesia estuvo dispuesta a ajustar su política porque entendió y tuvo compasión por los problemas de los heterosexuales que se hallan en una situación difícil.

Las lesbianas y los gays Santos de los Últimos Días necesitamos tanto de nuestra religión como de nuestra identidad sexual para ser felices. Cuando los profetas modernos empiecen a entender y sentir compasión por la situación de los gays mormones y las lesbianas mormonas, abrirán el camino hacia la reconciliación.

“Porque así dice el Señor: Yo, el Señor, soy misericordioso y benigno para con los que me temen, y me deleito en honrar a los que me sirven en rectitud y en verdad hasta el fin. Grande será su galardón y eterna será su gloria. Y a ellos les revelaré todos los misterios, sí, todos los misterios ocultos de mi reino desde los días antiguos, y por siglos futuros, les haré saber la buena disposición de mi voluntad tocante a todas las cosas pertenecientes a mi reino. Sí, aun las maravillas de la eternidad sabrán ellos, y las cosas venideras les enseñaré, sí, cosas de muchas generaciones. Y su sabiduría será grande, y su conocimiento llegará hasta el cielo; y ante ellos perecerá la sabiduría de los sabios y se desvanecerá el entendimiento del prudente. Porque por mi Espíritu los iluminaré, y por mi poder les revelaré los secretos de mi voluntad; sí, cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han llegado siquiera al corazón del hombre.” (Doctrina y Convenios 76:5-10.).

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[1] Esta situación ha cambiado radicalmente con el tiempo, y en la actualidad ya se ha legislado, incluso en Chile, sobre esta materia, abriéndose la posibilidad de que los jueces, los abogados y los involucrados no deban continuar perjurando para anular un matrimonio.