sábado, 6 de enero de 2007

SOMOS LOS PIONEROS

“Los de mi pueblo deben ser probados en todas las cosas, a fin de que estén preparados para recibir la gloria que tengo para ellos, sí, al gloria de Sión; y el que no aguanta el castigo, no es digno de mi reino. Aprenda sabiduría el ignorante, humillándose y suplicando al Señor su Dios, a fin de que sean abiertos sus ojos para que él vea, y sean destapados sus oídos para que oiga; porque se envía mi Espíritu al mundo para iluminar a los humildes y contritos, y para la condenación de los impíos. Vuestros hermanos os han rechazado a vosotros y a vuestro testimonio, sí, la nación que os ha expulsado.”
(Doctrina y Convenios 136:31-34.).



BRUS LEGUÁS CONTRERAS
2003



La forma en que me voy a aproximar al tema de la homosexualidad, de la actitud de la Iglesia y de nuestro caminar hacia un tiempo y una época mejor, no es novedosa. Ya alguien se refirió en términos parecidos al menos hace un tiempo.

En realidad, esto de empezar a entender y a comprender nuestra naturaleza y asumir quiénes en realidad somos, puede ser asemejado a la experiencia de los pioneros del siglo XIX.

Ellos, a consecuencias de la persecución desatada en su contra por sus vecinos, y que culminó con la muerte de mártir del profeta José Smith, se vieron ante la disyuntiva de renunciar a su fe o de salir de entre sus enemigos y buscar su tierra de recogimiento, el lugar físico donde podrían vivir en paz, sin ser molestados por sus particulares creencias.

Entonces fue que los fieles y valientes miembros de la Iglesia, bajo la guía de Brigham Young, se resolvieron a buscar su propio lugar de habitación en el Oeste, más allá de donde vivían, lejos, en territorios que en realidad no conocían, pero donde, se les dijo, encontrarían y hallarían la paz y la prosperidad, pero a condición de someterse a las justas leyes de Dios.

Los pioneros, pues, tomaron sus carros de manos y se pusieron en marcha. Tuvieron que atravesar extensos y desolados territorios, muchos de ellos desérticos. Habían salido en pleno invierno y cruzado por el río congelado. Padecieron frío y hambre en ese invierno. Luego, el verano trajo el calor, la sed, la enfermedad y la muerte. Muchos cayeron por el camino debido a los ataques que aún tuvieron que sufrir por parte de sus enemigos y a consecuencias de las inclementes condiciones que debieron soportar al atravesar los territorios desérticos, donde les faltó de todo. Es por todos bien conocida la historia de todos los sufrimientos a que estuvieron expuestos y por los que pasaron los pioneros.

En realidad, muchos de nosotros hemos identificado la visión de lo que Afirmación ha sido para nosotros desde concepción, asemejando esa visión al plan desarrollado por Brigham Young para ayudar a los santos a través de su viaje hacia el Oeste. Brigham sabía que aunque algunos de sus tenaces santos serían autosuficientes en su viaje, muchos de ellos requerirían asistencia de vez en cuando. Para proveer a sus necesidades, Brigham estableció el siguiente plan

Como todas las compañías de santos que se establecieron se moverían hacia el Oeste, debían utilizar las vías y campamentos que hallaran a lo largo del camino. Algunos campamentos deberían tener albergues construidos y siembras plantadas para beneficio de quienes vinieran después. Los campamentos más grandes llegaron a ser verdaderas estaciones en el camino, con jefes de estación —individuos que deberían permanecer varios años proveyendo apoyo, confortando y aconsejando a los viajeros para que tomaran descanso, capearan las tormentas, o para recobrarse de enfermedades y heridas. (Doctrina y Convenios 136:1-30.).

La imagen de Afirmación como una estación en el camino ha sido poderosa para mí. Cientos, si no miles, de santos gays y lesbianas se han beneficiado de la ayuda y la confortación provistas por los jefes de estación de Afirmación. El mensaje “no estás solo”, “no estás sola”, y la seguridad de que otros han venido antes y que el camino es conocido a llevado a muchos a tomar fuerzas para encararse al rechazo de la familia y de la Iglesia.

Semejante en no poco a nuestros pioneros de antaño, algunos, en la actualidad, han muerto en el camino debido a la enfermedad, el quebranto y la debilidad. Algunas veces los jefes de estación solamente han sido capaces de afligirse con nosotros y ayudarnos a enterrar a nuestro muerto.

Permítaseme aquí una salida de tema. Cuando uno examina las Escrituras de los últimos días, como, por ejemplo, el libro de Doctrina y Convenios, y a pesar de todas las instrucciones, amplias y hasta detallistas en algunos casos, pero referidas a casi todo tema de la vida cotidiana y a la conducta moral, como a cuestiones eclesiásticas, sorprendentemente no encuentra ninguna, ni una sola, referencia a la homosexualidad. Ni siquiera la más leve. Ni siquiera de pasada. Extraño como parezca, los líderes y autoridades generales de la Iglesia jamás se refirieron al tema.

Continuando, hoy en día, nosotros, los miembros homosexuales (hombres y mujeres) de la Iglesia, tenemos ante nosotros el desafío de permanecer en la misma situación anterior, renunciando a nuestra naturaleza, o si aceptamos el desafío de ir en busca de nuestro propio y debido lugar de recogimiento. En este caso, no se trata de un lugar físico de reunión o congregación, como ya no lo es en el caso de quienes se convierten a la Iglesia en la actualidad. Donde uno esté, ahí está su propio y debido lugar de recogimiento. Nuestro éxodo es espiritual, no es físico. No tenemos que trasladarnos a un lugar específico, un lugar geográfico en particular. Eso sería sumamente fácil quizá. Incluso si tuviéramos que pasar por las mismas dificultades, tribulaciones, persecuciones y problemas que afrontaron los pioneros del siglo XIX que tuvieron que dirigirse al Oeste, a un lugar físico, atravesando parajes hostiles, sufriendo sed y hambre.


Pioneros arrastrando su carro de mano

Nosotros, hoy en día, tenemos ante nuestra vista el desafío enorme de también tener que tomar nuestros propios carros de mano, nuestras particulares circunstancias, nuestros problemas, nuestros temores, nuestros miedos, nuestro autoflagelo, nuestras propias incomprensiones, y aventurarnos, con fe, con esperanza, con anhelos, a caminar por un territorio mayormente desconocido, conformado por las discriminaciones, las condenaciones, las exclusiones, las intolerancias, los discursos “anti”, las creencias homofóbicas, ... y tenemos que enfrentarnos al hambre y a la sed y a las enfermedades del desierto por el que atravesamos, es decir, las incomprensiones, las maledicencias, las habladurías, las injusticias (hambre y sed de justicia es lo que todos padecemos, de una manera u otra), las recriminaciones, así como las exclusiones familiares, sociales, religiosas, laborales,... todos los problemas que a diario afrontamos por ser quienes somos. (Me resisto porfiadamente a usar la expresión “lo que somos” o “lo que soy”, porque no somos ni soy una cosa ni un algo; por eso prefiero decir “quienes somos” o “quien soy”, porque somos personas, individuos completos, normales, comunes y corrientes.).

Ante nosotros está el desafío. Cada cual debe responderse a sí mismo si es lo suficientemente valiente y osado y si su fe es lo suficientemente grande como para aceptar el desafío, tomar su carro de mano y lanzarse a caminar, quizá solo, quizá acompañado, pero a caminar, en busca de su propio y debido lugar de recogimiento y reunión, donde hallar la solana que el mundo actual, la sociedad actual, e incluso muchos de los líderes de la Iglesia, nos niegan por el solo expediente de la diferencia.

Nuestros líderes olvidan el hecho indesmentible e irresusable de que no hay ninguna escritura que legítimamente puedan citar o esgrimir para condenarnos, y que los primeros profetas jamás se refirieron al tema. Y olvidan que fue una cuestión también relacionada con la sexualidad la que se esgrimió para perseguirlos: los matrimonios plurales. Y fue por su falta de fe que el Señor autorizó a que se dejara de lado la práctica. Porque si hubieran tenido la fe suficiente, habrían triunfado sobre sus enemigos, porque el brazo del Señor es lo suficientemente fuerte como proteger y salvar a su pueblo, como tantas veces a lo largo de la historia se ha demostrado.

En no poco grado, ese temor al hombre, que hizo que se repudiara los matrimonios plurales, ha sido responsable por la actitud homofóbica de muchos de los líderes de la Iglesia, tanto locales como autoridades generales.

La ruta de los pioneros en el siglo XIX, desde Illinois hasta Utah, un camino fatigoso y peligroso que cobró muchas vidas y demandó muchos sacrificios.

Y hasta tanto que ellos, nuestros líderes, no aprendan a escuchar todo lo que el Espíritu tiene que decirles y revelarles respecto a este tema, tenemos que continuar caminando, como si fuera por un desierto árido y carente de todos los recursos, tirando de nuestro carro de mano, en busca de refrigerio, de consuelo, de apoyo, de nuestro propio lugar de recogimiento.

Hoy en día, nuestro propio y debido lugar de recogimiento es Afirmación. O quizá sea apenas un oasis, un lugar de descanso y de refrigerio que el Padre celestial nos ofrece en medio de nuestras tribulaciones, de nuestros sufrimientos, de nuestras penalidades.

Podemos caminar juntos o caminar solos. O podemos quedarnos a sufrir la negación inmoral de nuestra propia naturaleza, a tratar de ser quienes no somos, a mentir, a tratar de engañarnos a nosotros mismos (sabiendo que en realidad somos quienes somos y no lo que otros quieren que seamos) y a intentar también engañar a los demás. En tal caso, si nos quedamos y tratamos de negarnos, es nuestra propia libre elección, y nadie puede juzgarnos por eso. Y si decidimos caminar en busca de nuestro propio lugar de recogimiento, y hallamos en Afirmación al menos un alivio para nuestras dificultades al caminar por el desierto en que nos aventuremos, también es nuestra propia y libre elección, y nadie tiene derecho a juzgarnos por ello. En ambos casos estamos siendo nuestros propios y libres agentes en nuestro progreso a través de la vida. Pero no debemos olvidar un hecho irredargüible, que sea cual sea la determinación que adoptemos, no podemos mentirle a nuestro Padre celestial. Él nos conoce a la perfección. Y sabe perfectamente quiénes somos y por qué estamos aquí, y para qué.

El boletín de las llanuras: una eficaz y novedosa manera de comunicar a los que venían detrás alguna noticia o información importante. Hoy tenemos boletines literales, impresos y en formato electrónico para comunicar las noticias e informaciones necesarios para llegar a nuestro propio lugar de recogimiento.

Yo no tengo la respuesta definitiva en cuanto a la homosexualidad. Ni nadie la tiene. Sé que nací homosexual, que esta es mi naturaleza, que nadie me convirtió, como si fuera a una religión o a un partido político. Es mi naturaleza. Y desde que recuerdo siempre ha sido este el caso. A pesar de mi lucha de dos décadas en contra de mi naturaleza, de quien soy. Todo lo intenté. Pero al final entendí que no podía seguir mintiéndome, y que era necesario que me reconciliara conmigo mismo y con mi Dios y Padre, para luego empezar a entender, de a poco, la realidad y la verdad.

Un amigo, hace poco tiempo, me expresó que consideraba que había tres razones por las cuales uno pudiera ser homosexual. Comenzó diciéndome que durante muchos años se ha preguntado por qué Dios ha guardado silencio acerca del tema de la homosexualidad. Luego, se pregunta, ¿por qué Dios guardo silencio acerca del tema? aún más, ¿por qué Nuestro Padre Celestial, parece ni siquiera querer utilizar a sus lideres para revelarles acerca de la homosexualidad? ¿Se trata de un silencio de Su parte que tiene que ver con algo sagrado? Y es que es sumamente decidor el hecho, según yo, de que Jesús mismo, según se registran sus palabras en la Biblia y en El Libro de Mormón, no haga referencia alguna al tema, a pesar de haber tenido la oportunidad de hacerlo. Sabemos que se refirió específicamente a las ciudades de Sodoma y Gomorra, pero en ninguna ocasión las usó como un motivo para referirse al tema de la homosexualidad, ni tampoco a los homosexuales. E incluso habla de ciudades de su tiempo que iban a recibir un castigo mayor que las ciudades “infames”, como dicen algunos por ahí.

Obviamente que si nuestro Padre celestial hubiera querido que todos supiéramos que la homosexualidad es un pecado nefando, como se le ha dado en llamar, el peor de todos, como se nos dice, entonces hubiéramos recibido la advertencia. Así mismo, si requiriéramos estar prevenidos, nuestros líderes, desde todos los tiempos, nos habrían llenado de advertencias inspiradas en contra del pecado. Y el silencio que Dios guarda al respecto, creo yo, no debe tener ninguna relación con las condenas que fulminan nuestros líderes...

Mi amigo me dijo enseguida: “Es curioso, que siendo la homosexualidad un hecho desde siempre en la historia del hombre. Es sabido por todos que existimos un grupo de homosexuales que hemos nacido así ( o todos ? ). Y si hemos nacido, entonces, ¿antes de venir ya estábamos condenados? Todos sabemos que Dios no hubiese permitido eso, Dios no impone y si en la preexistencia elegimos, entonces es algo que Dios hubiese previsto y para lo cual hubiese dado claras directrices, sin embargo existimos y no hay directrices para nosotros, sólo coerción es que acaso Dios no sabia de nosotros?”

Es obvio que mi amigo tiene razón, y que si la homosexualidad fuera el tan grave pecado, o siquiera un pecado per se, entonces Dios habría tomado los providencias necesarias para poner atajo al mal, y obviamente que si Dios no dijo nada, y a sabiendas de todo lo que había de suceder, es porque el pecado que existe en relación con la homosexualidad es el mismo que existe en relación con la heterosexualidad. Cuando se trata de mera carnalidad, entonces Dios no puede estar de acuerdo con esa expresión física entre dos personas, independientemente de si se trata de dos personas del mismo sexo o del sexo contrario.

Porque la homosexualidad y la heterosexualidad son cara y sello de una misma moneda: la sexualidad humana, o mejor dicho, la naturaleza humana. No se dieron directrices. Ese es el punto clave. Ni tampoco después. Solamente se previno en contra de la prostitución religiosa o cultual, pero en tiempos de Moisés recién.

Yo, personalmente, creo que nuestro Padre celestial simplemente nos ha dado limones, como en la vieja historia, y espera que hagamos limonada, tanta como sea necesario para que todos la beban, pero de la mejor calidad posible. Es decir, tenemos este “talento”, y Él espera que seamos capaces de resolver nuestra vida personal a partir de dicha realidad. No hay nada malo, entonces, sino que espera que actuemos de la mejor manera posible, que seamos capaces de demostrar nuestra resolución, tal como lo hicimos antes, allá en el Concilio en los cielos. Solamente a partir de allí, creo yo, podría tratar de empezarse a delinear el esquema o borrador de una respuesta a esa pregunta.

Grupo de pioneros con sus carros de mano avanzando por las soledades desérticas en busca de Sión.

Por eso la importancia de aprender a escuchar al Espíritu, pero, sobre todo, distinguir su voz de las voces que nosotros queremos escuchar. La gran mayoría de nuestros líderes han fallado porque han escuchado solamente lo que ellos han querido escuchar en este tema. No podemos perpetuar ese mismo error.

Por otra parte, si uno tiene la capacidad de escuchar al Espíritu y sabe que es homosexual, y sin embargo puede conciliar su espiritualidad y religiosidad con su propia naturaleza, y de todos modos mantiene intacta la capacidad de escuchar al Espíritu, de sentir en su vida la unión perfecta que existe con el Padre, entonces sabe que no hay maldad envuelta en ello, porque no se ha cortado la comunicación. Pero, además, la comunicación puede verse rota por las aprensiones personales, cuando uno no entiende la verdad. Es decir, uno es capaz de romperla simplemente a partir del punto en que uno se siente indigno o sucio y que ha profanado el templo.

Mi amigo me dijo: “Todo esto me da para pensar en la clase de espíritus que somos. No es orgullo o qué se yo. Mira piensa, aquí hay una verdad absoluta y dos posibilidades. La verdad absoluta es: Dios, Nuestro Padre Celestial, ama a los homosexuales que cumplen con los 10 mandamientos y con los convenios realizados ante Él. (yo siento muy profundamente eso) la primera posibilidad es: La homosexualidad siempre ha existido, aún en la preexistencia... entonces si bien es cierto, los sexos siempre han sido... entonces más que de sexos, el Padre entiende de Sexualidad. De ser así... somos parte del plan de salvación... y eso esta probado porque estamos acá... Dios no crea basura, ni nada está de más. La segunda posibilidad es: Que un grupo de "valientes" espíritus eligió venir al mundo con la prueba de ser homosexual y ser discriminado... Hay que haber sido muy "gallos" para haber elegido algo así... entonces somos parte del plan de salvación y tenemos sentido ante los ojos del Señor y más que sentidos, debemos ser hijos muy especiales para Él... existe una tercera posibilidad... Esta es: Que así como después de la "caída" de Adán y Eva... fuimos desterrados al mundo telestial, que es la tierra: esto es un mundo imperfecto, con dificultades, de ahí las enfermedades y otras dolencias... nosotros hayamos destinados a ser "normales", pero dada la naturaleza imperfecta del ser humano, hayamos heredado una imperfección a nivel sexual... algo así como una enfermedad genética... aún así.. Somos parte del plan del Seños y más que nunca ampliamente justificados.”

Por cierto que se trata de un muy interesante punto de vista, y las preguntas son absolutamente inquisitivas, y hasta pudieran ser consideradas como capciosas.

La tercera ponencia puede ser desechada desde el punto de vista ortodoxo de la Iglesia, porque Dios no crea nada imperfecto per se. Y nada en las Escrituras autoriza a decir que hayamos heredado una “imperfección a nivel sexual” o alguna especie de “enfermedad genética”. Además sería demasiado simplista y simple, y todos seríamos curables, en la medida en que podrían manipularse nuestros genes para “corregir” la “imperfección” heredada desde nuestro primeros padres, Adán y Eva.

En cuanto a la segunda posibilidad, podría aceptarse con algunas reservas y con no poco apoyo escriturario. En cierta ocasión, el apóstol Pablo habló de su ministerio en términos parecidos, pues escribió: “¡Hemos llegado a ser un espectáculo para el mundo, para los ángeles y para los hombres! Nosotros somos insensatos por causa de Cristo, y vosotros sois prudentes en Cristo; nosotros débiles, y vosotros fuertes; vosotros sois honorables, y nosotros despreciados. Hasta el día de hoy padecemos hambre y tenemos sed, estamos desnudos, somos abofeteados y no tenemos lugar fijo donde vivir. Nos fatigamos trabajando con nuestras propias manos; nos maldicen, y bendecimos; padecemos persecución, y la soportamos. Nos difaman, y respondemos con bondad; hemos venido a ser hasta ahora como la escoria del mundo, el desecho de todos.” (1 Corintios 4:9-13; Versión Reina-Valera de 1995.). Eso es lo que todos nosotros hemos llegado a ser, “un espectáculo para el mundo, para los ángeles y para los hombres” (1 Corintios 4:9; VRV95.). Y nos hemos transformado, a fuerza de condenaciones de toda clase, discriminaciones e intolerancias, en “la escoria del mundo, el desecho de todos.” (1 Corintios 4:13; VRV95.).

Y, en otro lugar, “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios y no de nosotros, que estamos atribulados en todo, pero no angustiados; en apuros, pero no desesperados; perseguidos, pero no desamparados; derribados, pero no destruidos. Dondequiera que vamos, llevamos siempre en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos, pues nosotros, que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De manera que la muerte actúa en nosotros, y en vosotros la vida.

“Pero teniendo el mismo espíritu de fe, conforme a lo que está escrito: «Creí, por lo cual hablé», nosotros también creemos, por lo cual también hablamos. Y sabemos que el que resucitó al Señor Jesús, a nosotros también nos resucitará con Jesús, y nos presentará juntamente con vosotros. [...]

“Por tanto, no desmayamos; antes, aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día, pues esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven, pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.” (2 Corintios 4:7-14, 16-18; VRV95.).

Mi amigo me dijo: “Yo me niego a tomar la 3a posición porque no quierom pensar que estoy enfermo... si lo estoy entonces al igual que un enfermo con más de 40 de fiebre que alucina... yo estaría viviendo una irrealidad y de ser así... cometiendo un grave error al tratar de justificar mi enfermedad en medio de una crisis de fiebre que parece no terminar, sino con la muerte. Si somos una enfermedad, entonces más vale que sigamos en lo que estamos, porque esta sería una enfermedad cruel... y que distorsionaría la realidad completa.

Cuando se empezó con eso de que seguramente había una malformación cerebral, y que eso podría ser la explicación, entonces yo pensé que era fácil: manipular el cerebro y ya. Pero seguramente que, como se ha ido viendo después de eso, el asunto no es tan fácil, no basta con una manipulación cerebral, ni puede bastar, porque al ampliarse los estudios se llegó a la conclusión de que no era ese el caso.

Y concluyó diciendo: “Esa tercera posibilidad la escribí más que nada para que veas que yo creo que no importa qué... estamos justificados ante Dios y eso no lo ven los líderes y debieran tener cuidado de cambiar la óptica... creo que no somos cualquier clase de espíritus, ni menos de bajo talante.”

De todas maneras, creo yo, se necesita un estudio muy profundo y extenso, seguir trabajando en esas y en otras ponencias más, para seguir abriendo caminos al entendimiento y a la comprensión. Y, por cierto, si nuestro Padre Celestial no ha expresado una condena explícita y tajante, por algo es. ¿Será posible que seamos algo así como los catalizadores que se necesitan para elevar el espíritu humano a sus verdaderos niveles de comprensión y entendimiento?

Mi amigo respondió: “Yo creo que sí, porque el ser humano aún no entiende que la sexualidad es para Dios algo muy profundo y con muchos matices, apenas estamos [comenzando] en poder entender lo que es ser sexuado en dos sexos... imagina lo que es poder entender lo que es la sexualidad vivida en cuerpos glorificados.”

Obviamente que estamos hablando y escribiendo chino a analfabetos y sordomudos. Esa es la comparación posible cuando se intenta siquiera entender este asunto en forma plena y completa. De nuevo, es evidente que se necesita mucho más estudio para arribar a un entendimiento y a una comprensión real y efectiva, concordante con el Evangelio y, por ende, con la verdad eterna.

De ahí el enorme trabajo que tenemos por delante: no abrir los ojos a los demás, sino, antes que nada, a nosotros mismos. Entender y entendernos. Eso es lo básico. Aceptarnos a nosotros mismos, pero antes que eso, encontrarnos y ayudarnos a nosotros mismos con nuestro propio carro de mano, ser nuestro refugio y nuestro apoyo, y serlo para los demás, y mutuamente ayudarnos en esta caminata por las desoladas llanuras desérticas por las que atravesamos, en búsqueda de nuestro propio y debido lugar de recogimiento, el lugar espiritual, no físico, donde hallaremos paz y seguridad.

Para un homosexual (hombre o mujer) es impactante encontrarse como tal y un parto el aceptarse...

“Sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshace, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha por manos, eterna, en los cielos. Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial, pues así seremos hallados vestidos y no desnudos. Asimismo los que estamos en este tabernáculo gemimos con angustia, pues no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida. Pero el que nos hizo para esto mismo es Dios, quien nos ha dado el Espíritu como garantía.” (1 Corintios 5:1-5; Versión Reina-Valera, edición de estudio de 1995.). Sí, esa es la realidad, “el que nos hizo para esto mismo es Dios, quien nos ha dado el Espíritu como garantía.” Y la garantía es que Dios nos ama, nos ama no pese a lo que somos, sino tal como somos.

En el capítulo 12 de 3 Nefi se encuentran las bienaventuranzas que el resucitado Jesucristo comunicó a los nefitas.

“Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor (porque por fe andamos, no por vista). Pero estamos confiados, y más aún queremos estar ausentes del cuerpo y presentes al Señor. Por tanto, procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables, porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.” (1 Corintios 5:6-10; Versión Reina-Valera, edición de estudio, 1995.). Existe una razón por la cual existimos y somos. Esa razón la sabe con toda claridad nuestro Padre celestial. Y no vamos a ser juzgados porque seamos homosexuales o no, sino, como dice el apóstol bajo la inspiración del Espíritu, “según lo que haya hecho [cada cual] mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.”

“Pero a Dios le es manifiesto lo que somos, y espero que también lo sea a vuestras conciencias. No nos recomendamos, pues, otra vez a vosotros, sino os damos ocasión de gloriaros por nosotros, para que tengáis con qué responder a los que se glorían en las apariencias y no en el corazón.” (1 Corintios 5:11, 12; Versión Reina-Valera, edición de estudio, 1995.). Esta actitud apostólica es la que debemos adoptar todos. Y esto debemos tener siempre muy presente, en todo momento y en toda circunstancia: “A Dios le es manifiesto lo que somos, y espero que también lo sea a vuestras conciencias.”

“No damos a nadie ninguna ocasión de tropiezo, para que nuestro ministerio no sea desacreditado. Antes bien, nos recomendamos en todo como ministros de Dios, en mucha paciencia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias, en azotes, en cárceles, en tumultos, en trabajos, en desvelos, en ayunos; en pureza, en conocimiento, en tolerancia, en bondad, en el Espíritu Santo, en amor sincero; en palabra de verdad, en poder de Dios y con armas de justicia a diestra y a siniestra; por honra y por deshonra, por mala fama y por buena fama; como engañadores, pero veraces; como desconocidos, pero bien conocidos; como moribundos, pero llenos de vida; como castigados, pero no muertos; como entristecidos, pero siempre gozosos; como pobres, pero enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, pero poseyéndolo todo.” (1 Corintios 6:3-10; Versión Reina-Valera, edición de estudio, 1995.). a través de nuestro peregrinaje por las desoladas llanuras del desierto en que nos toca caminar empujando nuestros carros de mano personales, nos hemos recomendados como servidores de Dios en medio de tribulaciones, de necesidades, en castigos, en encarcelamientos, en desvelos, en temores de todas clases, así como por honra y deshonra, por mala y por buena fama, como engañadores y sin embargo veraces, como desconocidos, pero en realidad muy bien conocidos, ... esa es nuestra realidad a través de nuestro caminar en busca de nuestra tierra de recogimiento espiritual. Y muchos han dicho que hemos sido castigados, como cuando apareció el temido y temible virus de la deficiencia inmunológica humana. Pero no estamos muertos, y se ha llegado a probar que no se trata de un castigo divino para los homosexuales, pues que el virus ataca por igual a homosexuales, a heterosexuales y a bisexuales, a hombres, mujeres y niños. Somos pobres, muchas veces pobres de espíritu, a quienes el Señor Jesús ha declarado bienaventurados, cuando dijo: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.” (Mateo 5:2; Versión Reina-Valera Revisada de 1960.). Hemos estado viviendo muchas veces entristecidos, gimiendo y llorando en medio de nuestro desierto, abandonados al temor a transgredir las justas leyes de Dios. Y de nuevo Jesús nos pronuncia bienaventurados, cuando dice: “Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.” (Mateo 5:4; Versión Reina-Valera Revisada de 1960.).

Brigham visionó un valle entre las montañas antes de haber siquiera estado allí. Esa visión fue suficiente para impeler a los santos a caminar hacia el Oeste. En Afirmación, también nosotros, tenemos una visión de un futuro puerto seguro donde no tendremos ya temor y donde no existirán la persecución, la intolerancia y la discriminación, y tal visión de un puerto seguro donde encontrar seguridad y paz es hoy en día lo suficientemente poderosa como para inspirarnos a hacer el viaje.

La visión que estoy teniendo es todavía indefinida en sus contornos específicos, pero el lugar de recogimiento donde habremos de disfrutar de paz y seguridad que yo espero nace de un deseo de justicia e igualdad social para todos los santos. Las lesbianas y los gays mormones tenemos un derecho legítimo en nuestra comunidad religiosa, y tenemos una responsabilidad para la siguiente generación.

Soñemos un sueño y juntos lleguemos en una visión a la seguridad para nosotros mismos y para aquellos en la Iglesia que han de venir después de nosotros.


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“Por tanto, no os maravilléis de estas cosas, porque todavía no sois puros; no podéis soportar mi gloria todavía; pero la veréis, si sois fieles en guardar todas mis palabras que os he dado.”
(Doctrina y Convenios 136:37.).